Cosas Molonas de Jjaimer: Danzad Malditos

En algún momento del 9 de junio de 1980 en algún lugar de entre los extensos suburbios de Los Ángeles un negro saltaba envuelto en llamas por la ventana del salón de su casa hasta el culo de cocaína y Proof Rum de 75º. Hasta aquí todo normal, rutinario y a lo sumo una misión más del GTA… ¿o no?

Mientras la ambulancia se lleva al herido al Hospital Sherman Oaks, todas las televisiones y radios de Estados Unidos ya sabían que quien se debatía entre la vida y la muerte era Richard Pryor, el cómico afroamericano más famoso de los Estados Unidos. Parece ser que en el momento de saltar por la ventana estaba dando una fiesta en casa con sus mejores amigos y ya se sabe: si estas bebiendo alcohol de quemar y decides calentar la pipa de crack en la chimenea hay que tomar precauciones y contar con la supervisión de un adulto… Los asistentes a la fiesta aseguraron que no pudieron evitar que saltara por la ventana aunque como se demostraría más tarde si fueron perfectamente capaces de llevarse algunos objetos como recuerdo de su amigo: dinero en efectivo, ropa, televisores, vídeos, cuadros, drogas… todo esto con el cuerpo de Richard caliente (pero literal).

Richard fue el personaje más carismático de Superman III, protagonista de `No me chilles que no te veo´ junto al genial Gene Wilder (y también de una secuela más molona todavía que se tituló ´No me mientas… que te creo´) co-protagonista de ´El gran Despilfarro´ junto con el super-mitico Gordo Cabron 😉 de John Candy… y una estrella capaz de llenar teatros únicamente con su ingenio y un micro. De hecho grababa sus stand-up comedy en discos y le daban Grammy´s porque sus chistes competían con temazos de los 80s como el Girl I’m Gonna Miss You – Milli Vanilli

Pero, ¿Por qué os hablo de Richard Pryor? Es muy molón sí; pero en realidad lo hago porque quizá se trata de una representación extrema de la efervescencia de la felicidad y de la vida.

Richard fue el hijo de una prostituta alcohólica y un boxeador. En su infancia las palizas eran constantes, pero en algún momento, en su primera lucha por sobrevivir, descubre que la gente le pega menos si los hace reír. Durante su servicio militar apuñaló a un soldado blanco por los comentarios racistas de este. Pedía prestadas cantidades de entre 40.000 – 150.000 $ para pagar a camellos y se casó seis veces, dos de ellas con mujeres de las que ya se había divorciado y disparó al coche de Deborah McGuire (con ella dentro), mientras esta emprendía la huida para evitar que le dejara; entre otras muchas aventuras.

Su sentido del humor único y su capacidad de parodiar el estereotipo de negro amigable e inofensivo (precursor del “negro oreo” que actualmente disfraza de tolerancia y concordia el corrosivo racismo estadounidense) le sirvieron para alcanzar el sueño americano; pero sobre todo para bailar sobre la injusticia y pesadumbre de la realidad que le había tocado vivir. Y es que Richard fue de esas personas que vivieron su vida debatiéndose entre la extrema felicidad y el desastre absoluto, tapando el horror con risa y la maldad con pulsión de vida.

Y quizá esa misma cruda casualidad que pone a uno en el mundo como el hijo de una prostituta negra a quien nadie le importa fue la que hizo que la última aparición de Richard en los medios fuera a manos de David Lynch (en Carretera Perdida). Ningún director ha representado con tanta verdad el significado de la felicidad. Esos paréntesis en los que por un momento entre todo el desastre eres el centro del mundo y no te importa dirigirte al precipicio; precisamente porque has sufrido y ya has aprendido de qué trata todo.

Os iba a dejar una escena de Carretera Perdida que sucede en el taller cuyo dueño interpreta Pryor; pero en realidad creo que esa efervescencia de la que os hablo tan analizada por Lynch nunca se ha representado mejor que en esta escena rodada para Twin Peaks. Amanda Seyfried interpreta Rebecca ‘Becky’ Burnett, hija de la camarera cañón de la serie de los 90s Shelly Johnson (Mädchen Amick) ; pues resulta que Becky se ha enamorado de un puto sinvergüenza cocainómano. Ella sabe que va a sufrir como una perra; pero de eso se trata; de bailar sobre la mierda que nos cae y ser ridículamente felices hasta que todo se vaya a tomar por el culo.

No soy adicto a la cocaína. Solo me gusta su olor

Richard Pryor 1940 – 2005

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